Mamá y periodista
He cambiado tanto desde que soy mamá que no sé ni por dónde empezar a contarte algo “sobre mí”. Quizás lo mejor en estos casos sea empezar por el principio. Me llamo Lara (Álvarez), nací en Gijón un sábado de enero de 1991 y soy periodista. Y no, no soy la de Supervivientes, mi vida es bien distinta, ¡aunque también sé mucho de supervivencia!
El 17 marzo de 2020, tres días después de que decretaran el confinamiento en todo el país, di a luz en medio de una pandemia. El caos que lo invadía todo llegó también a mi vida. Mis primeras semanas como mamá las recuerdo con mucha pena, pero también con cierto cariño. No sé quién era más pequeño y vulnerable de los dos: si mi bebé o yo misma.
Cuando me convertí en mamá
La vida se me hizo bola. Era una mamá primeriza que tenía prohibido pedir ayuda, con un bebé incapaz de alimentarse de mi teta (y mira que le echamos horas) y con una sensación constante de estar viviendo en el más absoluto de los absurdos.
¿En serio no podía salir a dar un paseo? ¿De verdad no podía venir mi familia, que vivía a menos de quince minutos, a conocer a mi hijo? ¿No iba nadie a prestarle atención médica a una recién parida más allá de una llamada de teléfono? Hubo que vivirlo para creerlo.
Mi única vía de escape (¡y bendita vía!) fueron, como casi siempre, las palabras.
Aprovechar las siestas de Gabriel para desahogarme en mi blog “Nacer en tiempos del Coronavirus”, un espacio que me había abierto el mismo día que nos confinaron, apenas 48 horas antes de ponerme de parto. Del blog y del perfil de Instagram que creé con el mismo nombre surgió una comunidad preciosa de Coronamamis, una tribu que me hizo mucho más llevadero un año muy difícil para todas.
Te hablo de marzo de 2020. Y desde entonces he aprendido tantísimo que diría que la maternidad es un proceso de mejora constante. Nuestros hijos nos hacen mejores. Mi hijo me hace querer ser mejor cada día porque siento que por él sería capaz de hacerlo todo. Y, de hecho, lo hice.
Cuando la conciliación no existe
Como ya te imaginarás, a las 16 semanas de dar a luz me tocó reincorporarme a la agencia de comunicación en la que trabajaba. Volví a mis horarios imposibles, con jornada partida y muchos días que no veía a mi hijo hasta las 19h. de la tarde. ¿Qué broma era aquella? ¿Por qué sólo tenía derecho a ser mamá una hora al día?
Cada día dejaba a mi hijo en la guardería con un vacío en el estómago. Al principio no era capaz de hacerle caso. Pensé que se iría con el tiempo, que, si otros podían, yo también podía. Pero no pude. Mi cuerpo empezó a enviarme mensajes cada vez más claros: insomnio, temblores, nudo continuo en la garganta, tics… En una palabra, reventé. No me quedó otra que armarme de valor y ponerle fin a una situación insostenible. Mi paz mental y mi salud física me gritaban que no dejara pasar ni un día más.
A la porra un trabajo estable, una seguridad laboral. A la porra todo. Yo sólo quería pasar tiempo con mi hijo.
Así fue. En abril de 2021, con un hijo de un año al que sentía que habían criado todos menos yo, dejé mi trabajo. (Es el día de hoy que sigo dando gracias a que las circunstancias en mi caso así me lo permitieran. Sé que no todas tenemos esta oportunidad). Los siguientes meses los dediqué a recuperar el tiempo perdido con Gabriel. Se sucedieron las horas de juegos en casa, de besos, de mimos, de parque, de playa, de paseos, de visitar a la familia… siempre con mamá presente. Empecé a ser la madre que llevaba un año deseando ser.
Encontrarme de nuevo a mí misma tras ser mamá
En paralelo, claro, aproveché el parón para mirarme también por dentro. ¿Qué me gustaba tan poco de aquel trabajo que hacía? ¿Qué me apetecía intentar ahora que podía dedicarme un tiempo también a mí misma? ¿Quién quería ser, además de ser la mejor mamá para mi hijo?
Siempre había tenido dentro la idea de emprender mi propio negocio, de disfrutar de la libertad que necesitaba para hacer un trabajo que amaba, pero sin las ataduras de un horario impuesto por alguien que no fuera yo misma. Así surgió, en junio de 2022, Texturas Comunicación.
Desde entonces, compagino mi maternidad con mi trabajo como consultora freelance de comunicación. ¿Y sabes a quién ayudo? A otras mamás emprendedoras, porque ya estoy harta de que no se nos ponga en el lugar que nos merecemos. Ahora trabajo con mujeres a las que respeto y admiro muchísimo, que sacan adelante sus proyectos profesionales mientras encuentran tiempo para disfrutar de sus hijos. Ahora mi trabajo no me come, sino que me llena y le da sentido a mi vida de otra manera.
De mamá a mamá
Y como las palabras lo siguen siendo todo para mí, he decidido mantener también este refugio que me dio tanta paz en aquel posparto confinada. Aquí hay mucho de mí, de lo que vivo día a día con mi hijo, de lo que viví entonces y de todo lo que me va ocurriendo ahora que pronto seremos cuatro. Porque sí, mi decisión de emprender llegó a la vez que mi segundo embarazo, deseadísimo después de dos abortos espontáneos, y decidí tirar para adelante con todo.
Estoy dispuesta a descubrir qué tiene la vida para mí.
¿Me acompañas?