La mamá de Gabriel
Hoy va por mí. Un miércoles cualquiera de una semana cualquiera de junio. Porque sí. Porque he llegado puntual, después de haber bañado a Gabriel en tiempo récord, en un baño lleno de sonrisas y canciones en voz baja. Canturreando entre susurros para no molestar a papá, que teletrabajaba muy cerca de nosotros.
Hoy va por mí. Porque me he dedicado una hora de entrenamiento y he disfrutado de la ducha posterior mientras Gabriel disfrutaba de su abuelo. Y sin sentir un ápice de culpabilidad.
Hoy va por mí. Porque me he mirado en el espejo y he visto un carricoche, un fular de porteo, una bolsa de maternidad y otra de deporte. Y en algún lugar, en medio de todo aquello, estaba yo. Y me he reconocido. Ahora sí. Yo, la mamá de Gabriel.
Hoy va por mí. Porque ya he entendido lo que significa para mí la maternidad y he sabido encajarla y priorizarla entre el resto de parcelas de mi vida. Pero no hacerla única. Porque me siento agradecida en una rutina en la que me han robado todo el protagonismo. Y no podría pedir nada más.
Hoy va por mí. Porque soy la mamá de ese niño tan guapo que va en la sillita, de ese niño tan grande que crece y crece cada día, de ese niño que come feliz y que duerme más de seis horas del tirón casi cada noche. Soy la mamá de ese bebé que sin haber cumplido los tres meses va regalando sonrisas a cualquiera que le hace un poco de caso y que puede viajar en coche despierto, tranquilo, observando todo lo que ocurre tras la ventana, y sin una sola queja. Soy la mamá de ese peque que ya está deseando aprender a caminar y también a hablar, para poder contarnos sus mil batallas. Sus gorgoritos llenan mis horas y me hacen valorar cada segundo a su lado, que pasa para no volver.